La alimentación es un acto vital para el ser humano, pues a través de ella se pueden crear y recuperar células en órganos, huesos y músculos, quedando así un pleno desarrollo físico y mental.
Además de ello, la alimentación nos ayuda a obtener la energía que necesitamos para realizar nuestras actividades del día a día.
Ahí radica la importancia de cuidar esta actividad. En la actualidad se invita a ser consciente al momento de comer; es decir, aplicar una atención e intención plena en la experiencia, lo que conlleva también los pensamientos, emociones, sensaciones y conductas realizadas antes, durante y después de comer.
¿Y esto para qué?
¿Te ha pasado que comes solo por aburrimiento, soledad, insistencia del entorno o simplemente porque todavía hay comida en el plato?
¡Aquí entra la alimentación consciente!
Debemos cuidar este tipo de conductas que nosotros relacionamos con el comer, pero que están fuera de lo inherente a la alimentación. Mientras vamos creciendo, aprendemos patrones disfuncionales de relación con la comida, otorgando al comer el poder de cubrir necesidades ajenas al hambre, como distraernos, hacernos sentir mejor o incluidos, entre otros.
¿Cómo como?
La forma de comer es la conducta de ingerir un alimento y no tiene relación con las señales fisiológicas de hambre y saciedad que no están genuinamente ligadas al acto de comer. Por ejemplo, llegas a casa, y como estás cansada te sientas en el sofá, haces un pequeño esfuerzo por tomar las frituras más cercanas y comienzas a comerlas mientras ves la televisión.
Al pasar de los días, esa acción se repite y cada vez que estás en el sillón, esta “forma de comer” se vuelve un disparador que en automático te indica que debes ingerir algo. Esto puede generar la sensación de placer, pero este acto automatizado es lo que se debe cuidar, porque está fuera de una necesidad fisiológica; es decir, no tienes hambre, solo comes por hacer algo.
Tipos de ingesta
Es importante identificar nuestro tipo de ingesta para conectar con su origen (acción, momento o sensación) y trabajar en ello para modificarlo y poder tener una alimentación consciente enfocada en necesidades fisiológicas y no en otros estímulos.
Estos son:
Restrictivo
Relacionado con la mentalidad de dieta que es insostenible a mediano y largo plazo, ya que la restricción de algunos tipos de alimentos solo incrementa el deseo de consumirlos.
Emocional
Consiste en tratar de gestionar las emociones a través de comer de más (atracones) o dejar de comer.
Comer externo
Se da cuando el deseo de comer se dispara por señales que están fuera de nosotros mismos, tales como la presencia de alimentos, olores, colores, etc.
Contrario a estos tipos de ingesta, la alimentación consciente propone que la relación con la comida esté basada en la atención a las propias señales internas, equilibrando tres fuerzas fundamentales:
Satisfacción: Placer y el bienestar.
Cuidado: Atención a las necesidades físicas, psicológicas y emocionales.
Salud: Estado de bienestar físico y mental.
Cuando se practica, puedes disfrutar con todos tus sentidos del momento presente y ayudas a tu cuerpo a prepararse para digerir de una forma adecuada; por ejemplo, los jugos gástricos se activan y se sintetizan la ghrelina (hormona del hambre) y la colecistocinina (hormona de la saciedad) al terminar de comer.
Ahora que lo sabes, presta atención plena y consciente al momento de comer, deja a un lado el celular o la televisión y detecta tus señales internas de apetito, enfoca tus sentidos al olor, sabor y textura, para transformarlo en toda una experiencia. Equilibra tu alimentación, si necesitas ayuda con eso, puedes apoyarte en las recetas y productos de la familia Sabori, creados para ti y tu familia.
Fuentes: